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Si uno no naciere de nuevo
Si uno no naciere de nuevo
por R. L. Morrison
"De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios" (Juan 3:5).
Jesús le habló estas palabras a Nicodemo, un principal entre los judíos que vino a Jesús de noche. Nicodemo no comprendió lo que Jesús dijo. Evidentemente, pensó que Jesús se refirió a un nacimiento físico, pues preguntó, "¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?" Por supuesto, estaba confundido. Jesús no se refirió al nacimiento físico, sino a un espiritual. Sin embargo, hay actualmente quienes hacen el mismo malentendido que hizo Nicodemo. Aceptan el nacimiento del Espíritu (con su propia definición de ello) pero niegan el nacimiento del agua como si fuera innecesario.
Examinemos algunas palabras de Juan 3:5. Primero, la palabra "agua". No es necesario citar una definición ya que todos sabemos lo que es. "Espíritu" aquí quiere decir "el Espíritu Santo"; "no puede": no es posible; "el reino de Dios": la iglesia del Nuevo Testamento, la familia de Dios, los que son salvos. Con estas definiciones, hagamos una paráfrasis del pasaje: "si uno no nace de nuevo del agua y del Espíritu Santo, no le es posible ser salvo, ni tampoco puede ser miembro de la familia de Dios".
Jesús le dijo a Nicodemo que el nacimiento de que habló no es carnal, sino de agua y del Espíritu. Éste (el Espíritu) es el instrumento y ésa (el agua) es el agente por el cual se produce este nuevo nacimiento. El nuevo nacimiento no ocurrió hasta el día de Pentecostés como dice en Hechos 2. En aquel día, el Espíritu Santo habló por medio de los apóstoles, y sus palabras produjeron fe en los corazones de algunos que oían. Los que creyeron se compungieron de corazón y clamaron, "Varones hermanos, ¿qué haremos?" La contestación de Pedro fue: "Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo". Como tres mil de los que oían obedecieron ese mandamiento, y Lucas registra que los obedientes no solamente recibieron el perdón de sus pecados, sino que también el Señor los añadió a la iglesia (Hch 2:38-47). Unos años después, Pablo escribió que la iglesia es la casa (la familia) de Dios, y que ella es columna y baluarte de la verdad (1 Tim 3:15).
El Espíritu Santo dirigió a los apóstoles en la revelación del plan de Dios para la redención de toda la humanidad. Ese mensaje fue completamente revelado por los apóstoles. Jesús les dijo, "Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad..." (Juan 16:13) Luego, Pedro escribió: "Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder..." (2 Ped 1:3). Las escrituras revelan todo lo necesario y todo lo que es posible saber acerca del perdón de los pecados y, a la larga, la vida eterna. No hay otra fuente de información disponible al género humano.
En vista de esto, considere otra vez Juan 3:5. A menos que uno nazca de agua y del Espíritu (AMBOS), no puede entrar en el reino de Dios ni recibir el perdón de sus pecados.
Que el nacimiento de agua es el bautismo es muy evidente. El bautismo es el ÚNICO uso de agua encontrado en el Nuevo Testamento. En Hechos 8, Lucas registró la predicación de Felipe a un hombre de Etiopía. El etíope estaba leyendo de Isaías 53. El relato dice que Felipe comenzó desde esa escritura y le anunció el evangelio de Jesús. Yendo por el camino, le dijo el hombre a Felipe, "Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?" Confesó, entonces, su fe en Cristo y Felipe lo bautizó. Es interesante notar que cuando Felipe predicó el evangelio de Jesús, predicó el bautismo. Muchos que afirman estar predicando el evangelio hoy en día NO predican el bautismo como lo hacían los hombres inspirados por el Espíritu Santo. Uno debe preguntarse de dónde sacan su información, ya que ellos, por lo que predican, supuestamente saben más que Dios juzgó conveniente para revelar.
En Hechos 10, Pedro fue mandado a predicar el evangelio a los gentiles. Acató ese mandamiento al ir al hogar de Cornelio. Al comenzar a hablarles, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Aunque Pedro y los hermanos que estaban con él se quedaron atónitos de eso, preguntó Pedro, "¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?" Aunque el Espíritu Santo había caído sobre esos gentiles, aún les faltaba nacer de nuevo en agua--ser bautizados en agua, como ordenó el Espíritu, para entrar en el reino.
Todo ejemplo de conversión en el Nuevo Testamento acabó por el bautismo de un creyente penitente que confesó a Jesucristo. Todos ellos oyeron el evangelio anunciado por hombres inspirados, como el Espíritu les dirigió que hablaran. Y como en el principio, los que creyeron el evangelio fueron bautizados, nacieron de agua y del Espíritu (según la instrucción del Espíritu), recibieron el perdón de los pecados, y fueron añadidos por el Señor a la iglesia (al reino). O sea, fueron "librados de la potestad de las tinieblas, y fueron trasladados al reino de su amado Hijo" (Col 1:13).
Esto no es aceptable a la mayoría del mundo sectario actualmente. En lugar del plan de Dios para nuestra salvación, muchos han sustituido doctrinas que se originaron en la mente de hombres.
Considere lo que muchos enseñan hoy en día. La salvación viene por la fe solamente--ni más ni menos. Otros: la salvación se encuentra en la contestación a nuestras oraciones. ¿Acaso Ud. ha visto en alguna ocasión a un televangelista que dirige a un grupo de gente en lo que le llama "La oración del pecador"? Y después, ¡les dice que son salvos! Recuerde esto: Jesús dijo, "El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios."
La mayor parte de los que enseñan de otro modo no hace caso de ese texto y lo evitan. Los que enseñan que la salvación ocurre al punto de creer no pueden usarlo porque revela el error de su doctrina. Los que enseñan la salvación universal tampoco pueden por la misma razón. Y es igual para los que enseñan que la salvación se recibe por medio de la oración. Hay una profusión de diferentes doctrinas en el mundo sectario de hoy día. Pero, a pesar de quiénes enseñen algo en contra a lo que Jesús enseñó en Juan 3:5, a pesar de cuanta gente lo crea, y a pesar de su sinceridad, nada puede cambiar lo que dijo. Este pasaje ha perdurado durante casi dos mil años. Si el tiempo continúa otros dos mil años (o más), esta escritura, Juan 3:5, todavía estará enseñado lo mismo!
En Hechos 2:17-21, Pedro se refirió a una profecía comunicada por Joel. Habló de sucesos que habían de acontecer. "Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo" (vs. 21). Muchos afirman que este texto quiere decir que para ser salvo, uno sólo invoca a Jesús. Muchos oran a él para el perdón de sus pecados. Hace años que alguien escribió: "Es fácil ser salvo. Lo único que Dios nos exige es invocarle orando, y Él contestará y salvará." Esta doctrina recibe mucha aceptación hoy en día. Pero la Biblia no la enseña. Escudriñe las escrituras. Ud. hallará que la Biblia no enseña eso.
En el mismo capítulo (Hch 2), leemos que Pedro predicó el evangelio. Muchos oyeron y se compungieron por su pecado. Preguntaron, "¿Qué haremos?" Pedro replicó, "Arrepentíos, y bautícese... para perdón de los pecados" (vs. 37-38). Está fue la respuesta que un inspirado apóstol le dio a la gente que procuraba salvarse aquel día de Pentecostés. Los que obedecieron fueron salvos, y fueron añadidos a la iglesia por el Señor (Hch 2:41). Pero aun podemos preguntar, "¿Cómo es que uno invoca el nombre del Señor?" La respuesta se encuentra en Hch 22:16. Ananías fue enviado a Saulo de Tarso, el cual había pasado tres días orando. Le dijo cómo invocar el nombre del Señor: "Levántate y bautízate... invocando su nombre" (Hch 22:16). El mandamiento que fue dado a Saulo y a todos los demás que buscaban la salvación fue ése. La salvación depende de una aceptación de los términos (condiciones) que Dios expuso en el Nuevo Testamento.
Ahora bien, ¿ha nacido Ud. de nuevo de agua y del Espíritu? De otro modo, ¡Ud. todavía no ha entrado en el reino de los cielos! Ud. no tiene ninguna relación espiritual con Dios. Ud. está FUERA del reino que ofrece perdón de los pecados. Si Ud. no hace un cambio en su vida, resultará en la perdición de su alma!
¿Ha nacido de nuevo Ud.?